La Aldea Natural

Seis espacios de interés florístico que no te puedes perder

Pinar de Inagua

Este pinar es una hermosa muestra de pinar canario y, sin margen para dudas, la mejor representación de pinar seco que existe en el Archipiélago. Se trata de una masa boscosa en buen estado de conservación con una importancia botánica más que considerable. Tanto el bosque como su entorno próximo dan refugio a una enorme lista de endemismos grancanarios, algunos sólo localizados en este espacio.

De entre todos, destacan por su rareza las jarillas amarillas (Helianthemum bistropogophyllum e inaguae), el único drago de Gran Canaria localizado en el municipio (Dracaena tamaranae) o la siempreviva del pinar (Limonium vigaroense).

Almacigal de Artejévez

La Hoya de Artejévez, en las faldas de la montaña de Los Cedros, alberga el mayor bosquete de almácigos que se conserva en el Archipiélago. Este reducto de biodiversidad, buena muestra de bosque termófilo, permite imaginar el paisaje vegetal que dominó gran parte de las hoyas y laderas del Valle antes del proceso de deforestación al que lo sometimos los humanos.

Además, en este frondoso almacigar, es posible disfrutar de esbeltas palmeras canarias, acebuches, guaydiles y de un interesante grupo de las plantas con fruto carnoso, en el que se encuentran, por ejemplo, el tasaigo y la yerbamora. En definitiva, una extensa lista de especies exclusivas de Macaronesia, Canarias o Gran Canaria, todas vinculadas a este interesante ecosistema.

Cardonal de Los Hoyetes

Casi lindando con la hoya del Salado, un extenso cardonal tapiza las laderas que desde la cresta del macizo de Tirma-Azaenegue descienden hasta el Barranco Grande. En él destacan viejos ejemplares que llegan a ocupar superficies que superan los 50 metros cuadrados. La espectacularidad de las plantas, sumada a la belleza de las panorámicas que se contemplan de La Caldera hacen de este lugar un espacio mágico.

Un rincón exclusivo donde disfrutar del que posiblemente sea el ecosistema más singular del Archipiélago, el matorral suculento, un peculiar conjunto de plantas crasas con curiosas adaptaciones que pinta un paisaje verdaderamente exótico.

Palmeral de Pino Gordo

A lo largo del barranco de Pino Gordo, que nace en el cortijo de L’inagua y muere en el Barranco Grande, frondosos palmerales que se entremezclan con el pinar visten de verde el cauce y pintan uno de los escenarios más exóticos del oeste. Al interés florístico de estos bosques se une el de los grandes paredones que encajonan algunos de los tramos del barranco y que suponen el mejor de los refugios para numerosos y raros endemismos rupícolas.

Los riscos de Pino Gordo son el refugio de algunas de las plantas más escasas y amenazadas de Gran Canaria, por ejemplo, el cabezote o el tomillón blanco (Micromeria leucantha), un taxón restringido a puntos muy concretos del oeste.

Acantilado del Andén Verde

Los estrechos andenes de este imponente acantilado, permanentemente expuestos a la influencia marina, son el hogar de un amplio catálogo de plantas adaptadas al insistente viento alisio, y a la pobreza y alta salinidad de sus suelos. Esta fortaleza natural se encuentra entre los espacios que, en relación a su superficie, acogen un mayor número de endemismos grancanarios, algunos solo localizados en sus repisas.

La siempreviva de La Aldea (Limonium benmageci), el corazoncillo (Lotus callis viridis) o el saladillo blanco aldeano (Polycarpaea sp.) son tres plantas que únicamente se han localizado asociadas a los imponentes acantilados del occidente grancanario.

Tabaibal de La Punta

Una de los escenarios más paradisíacos de Gran Canaria es el que encontramos en la Punta de La Aldea. Un suculento matorral, dominado por tabaibas dulces, tapiza las viejas laderas que conforman el extremo occidental de la isla y junto a la pequeña cala de El Puertito, los bajíos y los cantiles marinos permiten disfrutar una estampa idílica.

En este idílico ambiente conviven numerosos arbustos exclusivos de la región macaronésica, las leñas buenas, siemprevivas de la costa, salados, toldas o espinos aportan color y ofrecen refugio y sustento a la fauna local.